Entrevista exclusiva a quienes hicieron posible el documental ficcionado «CUATRO LAGUNAS».

CUATRO LAGUNAS es un documental ficcionado dirigido por Matías Ameglia, realizado por encargo de la Fundación Lagunas Costeras, que pone el foco en la importancia de salvaguardar la esencia y la identidad de la costa lacunar comprendida entre las lagunas de José Ignacio y Garzón, en un territorio que se proyecta también hacia Rocha y Castillos.


Lejos de tratarse de un documental ambiental tradicional, la película propone una docuficción dirigida a todo público, cuyo recorrido es guiado por el actor argentino Nicolás Pauls, quien oficia de host y hilo conductor: acepta una invitación a conocer la zona, la recorre, dialoga con sus habitantes y se pregunta qué significa realmente preservar este entorno.

En esta entrevista conversamos con Matías Ameglia, director del documental; Victoria Pereira, integrante de la Fundación Lagunas Costeras; y Nicolás Pauls, protagonista y guía del recorrido. No se pierdan este documental, una obra sensible que invita a reflexionar sobre el vínculo entre el territorio, la identidad y la preservación de nuestro paisaje.

Entrevista al director MATIAS AMEGLIO

¿Cuál fue la principal decisión creativa que definió el tono y el lenguaje de CUATRO LAGUNAS?

 Creo que la principal decisión creativa fue asumir Cuatro Lagunas como una road movie. Desde el inicio entendí que el viaje no era un simple nexo entre entrevistas, sino el corazón mismo de la película. Quise que hubiera mucho traslado, mucho movimiento, y tratar esos desplazamientos como secuencias en sí mismas, no como transiciones funcionales. En muchos casos, el trayecto de un lugar a otro —caminar, navegar, subirse a una vieja Land Rover— es tan importante como las conversaciones. Ahí aparece el tiempo, el cuerpo, la espera y el paisaje cambiando. Es en esos momentos donde el espectador puede conectar sensorialmente con el territorio. Ese enfoque terminó de definir el tono y el lenguaje de la película: una obra donde el viaje tiene peso narrativo propio, donde el ritmo lo marca el desplazamiento y no la información, y donde moverse por las lagunas es una forma de conocerlas tanto o más que hablar sobre ellas.

¿Con qué desafíos te encontraste al filmar en estos entornos naturales que son, en sí mismos, protagonistas?

El mayor desafío fue adaptarnos a nuestros protagonistas, que no eran actores ni estaban acostumbrados a ser filmados o a participar de una película. Eso nos obligó a trabajar desde un lugar muy flexible, respetando sus tiempos y su forma de estar en el mundo En muchas situaciones hubo que improvisar, cambiar de estrategia sobre la marcha y aceptar que el plan inicial podía transformarse en cualquier momento. Muchas veces no había un plan cerrado, o mejor dicho, había un plan que estaba siempre sujeto a cambios de último momento. Eso requería mucha cintura, porque los protagonistas no eran sólo personas: muchas veces eran la fauna, la flora o el paisaje mismo. Había que saber cuándo insistir y cuándo correrse, cuándo filmar y cuándo simplemente esperar. En ese sentido, el clima juega un rol fundamental en mis documentales. Aprendí a no pelearme con él, sino a incorporarlo como parte del relato. Ya sea con cielo nublado, lluvia o sol pleno, el desafío es siempre el mismo: saber aprovechar lo que la naturaleza propone y convertirlo en una fortaleza narrativa y visual.

La película habla de preservación, identidad y territorio. ¿Cómo trabajaron para evitar una mirada turística o superficial?

La elección del tono narrativo fue clave. El hecho de que la película funcione como una road movie, como el viaje de Nico en busca de respuestas —o de preguntas, según cómo se mire— ya la posiciona en un lugar más introspectivo y contemplativo. No queríamos mostrar paisajes “bonitos” desde una mirada externa, sino habitar esos espacios. El tiempo que Nico pasa en cada lugar, los trayectos, las noches al borde de las lagunas, los encuentros sin apuro, todo eso construye una relación más profunda con el territorio. Creo que esa forma de estar, de observar y de dejar que el paisaje y las personas se expresen a su propio ritmo, es lo que aleja a la película de una mirada turística o superficial y la acerca a una experiencia más íntima y respetuosa.

¿Qué querías que el público sintiera emocional y sensorialmente al conectarse con este paisaje?

Lo que quería era que el espectador se enamore del paisaje, que lo sienta como un paraíso vivo, pero no desde una idealización ingenua. Me interesaba generar una conexión emocional y sensorial fuerte, que pase por el cuerpo, por el tiempo y por la experiencia de habitar esos lugares. Y a partir de ese vínculo, que aparezca casi de manera natural la idea del cuidado y el respeto. La naturaleza no es algo infinito ni garantizado; cuando cambia de forma irreversible, no hay vuelta atrás. No se trata de negar el cambio, sino de entender que cualquier transformación debería hacerse con conciencia. Si el público sale de la película con esa sensación —de amor, fragilidad y responsabilidad— entonces el objetivo está cumplido.

¿Cómo fue dirigir a un protagonista que no sólo interpreta, sino que interactúa y se deja interpelar por la realidad?

Para mí siempre es un placer trabajar con Nico. Es una persona muy sensible, pero al mismo tiempo muy inteligente y muy atenta a lo que está pasando alrededor. Como director, eso es un enorme aporte. Siempre charlamos antes de cada encuentro: le dejo claros los temas que me interesa que aparezcan, las preguntas que valen la pena abrir, y él lo entiende a la perfección. Después, en la escena, hace un trabajo muy fino: logra llevar a los entrevistados hacia esos lugares sin que se sienta dirigido ni forzado, todo fluye de manera orgánica. Además, Nico no actúa desde un personaje cerrado, sino desde la escucha. Eso genera una honestidad muy fuerte en los diálogos y en el vínculo con el territorio. Y, no es menor decirlo, es muy buen tipo, lo cual en un rodaje tan íntimo y exigente hace toda la diferencia.


Entrevista a NICOLÁS PAULS

¿Qué fue lo primero que te llamó la atención al llegar a la región de las lagunas y aceptar este proyecto?
Siempre llegar a lugares así me interpela, me lleva a plantearme tantas cosas de mi vida, de este paso humano por acá, de todo lo que hay que ir mejorando para preservar y de el lugar al que me lleva la contemplación de estas maravillas.
Ser parte de estos proyectos es un regalo, un privilegio.

En la película te vemos preguntándote qué significa realmente preservar este entorno. Después de explorarlo y hablar con la gente, ¿cambió tu respuesta inicial?
No, exacerba la urgencia por comunicar que el único camino posible para vivir en armonía es cuidar este jardín hermoso que nos han ofrecido.

¿Qué crees que distingue a CUATRO LAGUNAS de otros documentales ambientales en los que has participado o visto?
En cada documental en el que me embarco procuro que haya una escucha, que el silencio sea parte del lenguaje. 
Trabajar con Matías ya es haber encontrado un lenguaje común, desde la mirada, desde la fotografia, desde el silencio, desde la música.
No me gusta evaluar qué hay de diferente en este de otros documentales pero sí marcar que hoy hicimos foco en las lagunas como mañana, espero, hagamos foco en otras urgencias a narrar.

A lo largo del recorrido te cruzás con historias y sensibilidades muy distintas. ¿Hubo algún encuentro o conversación que te marcara especialmente?
En todas hubo algo, sin dudas.
Me gusta el ver cómo, inexorablemente, el que entra en contacto tan directo con la naturaleza comienza a transformarse, como en el caso de Iris que al tiempo de estar allí cambió su alimentación, por ejemplo.

¿Qué sentís que tiene de único la relación entre el paisaje, la identidad y la comunidad en José Ignacio, Garzón y la costa rochense?

A mí Uruguay me fascina, como le fascina y encanta (en el real sentido de esta palabra hermosa) a todo aquel que lo conoce.
Quedamos todos prendados de este lugar.

El documental invita a reflexionar más que a dar respuestas cerradas. ¿Qué preguntas querés que el espectador se lleve consigo después de verlo?


Me gusta pensar que los documentales de los que soy parte no busquen instalar un mensaje como una evalngelización sino mas bien mostrar algo para dejar al espectador trabajando en eso y sacar sus propias miradas.

¿Qué aprendiste personalmente de esta experiencia y de este territorio?


Lo que dije antes, la urgencia en preservar estas lagunas como todo lo que nos rodea.

Si tuvieras que describir la zona en una sola frase o imagen, ¿cuál sería?


La belleza.


Entrevista a MARÍA VICTORIA PEREIRA de Fundación Lagunas Costeras

¿Qué los motivó a impulsar este proyecto y por qué confiaron en el cine como vehículo para transmitir este mensaje?
Hace muchos años ya que visualizo a los audiovisuales como grandes agentes de cambio. A mi entender, la educación es clave a nivel cultural, pero sensibilizar corazones, esencial para generar transformaciones. Y yo quiero generar un cambio cultural hacia la sustentabilidad, y dentro de las aristas de esta la biodiversidad me preocupa y ocupa.

¿Qué riesgo corre hoy este territorio si no se preserva su identidad y su esencia?
El riesgo es algo así como una certeza en relación con la transformación del territorio, porque todo se transforma. El asunto es el COMO se transforma, determinar una estrategia, y planificación mediante, que permita salvaguardar su esencia y su identidad, sin excepción alguna. Porque de perderse la esencia deja de ser lo que es, deja de tener su valor ambiental (en términos de biodiversidad, paisaje y servicios ecosistémicos que brinda), turístico, social e incluso económico. Para ser sincera, hablar de preservar en países como Uruguay, que por su pequeñez esta todo intervenido por el accionar humano, es imposible, por eso me (nos) gusta poner el foco en la conservación, que en definitiva prevé una transformación, pero justamente sin perder la esencia de las cosas, en este caso de la riqueza natural.

¿Cómo dialoga la película con el trabajo que ya vienen realizando desde la Fundación?
La razón de ser de la Fundación Lagunas Costeras (que se originó en el 2003 por un grupo de personas con un mismo objetivo) es conservar las cuatro lagunas costeras que van quedando en Uruguay. Y dentro del término conservación, esta el cuidar la identidad y esencia del territorio que constituyen la base de todo. Por ello, la misión de la Fundación Lagunas Costeras es, entre otros, el mismo objetivo de esta película.

 ¿Qué rol ocupan las comunidades locales en la conservación y en esta historia? 
Con términos de cine te diría que constituyen un rol protagónico. Las comunidades conforman el ecosistema, muchas veces con impactos positivos, otras con impacto negativo, pero siempre dentro del mismo. Y con algunos roles más determinantes que otros en atención a su vínculo más añejo con el territorio, como los pescadores artesanales que de generación en generación llevan cientos de años transmitiéndose el oficio.

 ¿Cuál fue el mayor desafío de producir un film que mezcla realidad, relato y reflexión ambiental?
Esa pregunta creo que debe responderla Mato (Matías Ameglio) el Director. Para mi por lo pronto, el desafío fue encontrar un Director como Mato, un Director que yo sintiera que pudiera percibir por el mismo lo que yo deseaba mostrar, que utilizara la belleza para ello, y que trascendiera de lo netamente ambiental para mezclar realidad, reato y reflexión, hacia un público no necesariamente «ecologista».

 ¿Qué esperan que este documental inspire en quienes lo vean, tanto a nivel regional como internacional?
Sensibilice corazones en primer lugar, desde un Presidente a un peón de campo, desde un Ministra a una ama de casa, desde quien se dedica a limpiar un hogar a quien dirige una multinacional. Porque la evidencia científica en cierta manera ya existe, los ejemplos de malas gestiones en territorios los hay en otras partes del Mundo, el asunto, es concientizar a la sociedad, para que desde cada uno de los roles que se desempeñen, desee cuidar y conservar lo que aún tenemos, y para ello, la sensibilización es clave. Porque el termino desarrollo sustentable hace muchos años está en la vuelta, pero a la hora de aplicarse requiere de un valor intrínseco en la persona para poder sostenerse en el tiempo.Todo se transforma, es ley de vida, el asunto es como el ser humano como incide y acompaña esa transformación con sus acciones, para que la misma transformación no sea dañina con el ecosistema, no sea depredadora, sino que contemple la esencia que es la que tiene que perdurar. Parece una idea romántica, pero en realidad incluso tiene sustento económico (como el propio termino sustentabilidad), porque «la gallina de los huevos de oro» es el propio territorio, y si lo transformamos con criterios depredadores, este pierde (también) su valor económico.

 ¿Hay pasos concretos o próximos proyectos vinculados a la conservación de este ecosistema después de este film?
Todo es un proceso, hay pasos anteriores, y hay pasos posteriores cuando uno tiene como fin la conservación. Por lo pronto, este documental comienza su camino recién a partir de ahora, por ende, los pasos siguientes son que llegue al público más variado posible, pero especialmente a quienes con sus decisiones influyen de manera concreta en la realidad. Creo en el poder del cambio, y que estamos a tiempo de virar el barco hacia modelos de estrategia de crecimiento sustentable, donde la biodiversidad tiene un valor no solo ecosistémico, sino social y económico.


Imágenes del backstage del documental:

Web de la Fundación Lagunas Costeras: